Como ya sabéis los asiduos a este espacio me encanta el bacalao, tanto por sus peculiaridades culinarias como por su adaptabilidad y facilidad para complementarse con todo tipo de productos y, por supuesto, por su brillo a la hora de presentarse en solitario.
Y creo que una de las raíces de esta increíble versatilidad se deriva de su preelaboración –secado y salado– que le ha permitido viajar y hacerse un hueco en las cocinas de más allá de los mares. Esta ventaja histórica ha potenciado e incrementado su recetario por combinación, tanto con los diversos productos de las tierras de interior como con el ingenio de sus gentes. Sigue siendo maravilloso descubrir en pequeños pueblos del interior y alejados de las rutas habituales del turismo, recetas únicas y sorprendentes de este versátil hijo de los fríos mares del norte.

La receta que os anoto a continuación es fruto de uno…